Tiró muy arriba: Enérgico recital de Miguel Mateos
Andrés Calamaro: “Un público tan caliente y cálido, roquero y pasional, generoso y grandioso ... mejor es imposible. El del gran país del norte”. El músico argentino no aludía a Estados Unidos en su blog en internet, sino al show con que cerró su gira en Rakiura, en Paraguay, en octubre pasado.
Evidentemente, su compatriota Miguel Mateos se llevó una impresión muy similar del público paraguayo, en la madrugada del domingo, en un show enérgico, vibrante, que desde su arranque apuntó a tirar para arriba.
Con 55 años de edad, siendo un ícono musical cuyo nombre se etiqueta generalmente en la casilla del retro en español, en la colección ochentosa que hace bailar en cualquier ambiente, y no tanto como rock argentino de culto; Mateos demuestra que el paso del tiempo no le ha restado a su espíritu. Aún con una voz potente y emocional, moviéndose incansable por el escenario, y bañándose en esa pasión que le trasmite la multitud eufórica.
Faltando 15 minutos para las 2:00 del domingo, comenzaron los teclados a desenfundar la introducción de “Llámame”: se encendieron las luces y fue una explosión, en ese gigante espacio de la ex Cervecería del Puerto, en pleno centro asunceno, convertido esa noche en un gran pub por el segundo aniversario de Kilkenny.
A partir de allí, la docena de temas sonaron todos a hits, plenamente coreados y bailados, en un clímax constante, y daba para más: “Obsesión”, “Si tuviéramos alas”, “Perdiendo el control”, “Lola”, “Es tan fácil perder un corazón”, “Beso francés”. Mateos, de traje, hasta la mitad del show con lentes oscuros y sombrero, fue alternando guitarra, teclados, armónica; en un instante tiró rosas. Presentó “El jardín del amor” de su último disco “Fidelidad” (2008), que pese a la novedad animó al público a sumarse al coro.
Le encantó la musicalidad con que suena “Asunción” e hizo un juego de voces, antes de lanzarse a “Mi sombra en la pared”, “Atado a un sentimiento” y, a una hora del inicio, “Cuando seas grande”. El escenario quedó a oscuras, bruscamente, sin ninguna despedida: ¿era para pedir bis? El artista volvió con un enganchado de sus autores favoritos que metió aún más ritmo en la sangre: “Let’s dance” (David Bowie), “Notorius” (Duran Duran) y “Sweet dreams” (Eurythmics), que cerró con “Obsesión”. Para despedirse, siendo los primeros minutos de las 3:00, sólo quedaba “Tirá para arriba”. Y así sucedió.
FUENTE: http://www.lanacion.com.py/noticias-252576-2009-06-22.htm